La noche muniquesa va mucho más allá del típico postureo de la jet set local con intercambio de besitos. Por supuesto, clubes como el P1 seguirán viviendo de su leyenda, sobre todo cuando en la puerta se decide quién puede cruzar el umbral de este templo exclusivo. Pero al margen de eso, ha surgido una escena de clubes mucho más relajada, donde el lucimiento ha pasado a un segundo plano. Un resumen del panorama de clubes muniqués.
Bebida: da igual, con tal de que corran las botellas, ya sean de champán, ginebra o vodka
Entrada: depende del evento, puede ser gratuita o costar entre 10 y 15 euros
Canción: Beyoncé – Drunk in Love
Lo que empezó como un local para oficiales estadounidenses lleva ya 30 años siendo el club más emblemático de la “Schickería” (alta sociedad) muniquesa. Tras pasar a manos de Michael Käfer en 1984 y ser reformado en 2010, el club explota todos los clichés de la capital bávara y se convierte en el escenario perfecto para el postureo más decadente. Ahora bien, la estricta política de entrada ya no es lo que era. Eso sí, hay que ir “g’scheid”, como dicen los bávaros, es decir, bien arreglado. Mejor pasarse de elegante que quedarse corto.
Aunque la música no sea precisamente el centro de atención del club, aquí suena solo lo mejor. El llamado Spatial Pan System (SPS, sistema de panoramización espacial) permite al DJ integrar efectos musicales tridimensionales en sus sesiones; al mismo tiempo, se activa un sistema de luces y vídeo que busca complementar el sonido con una experiencia multimedia.
Al entrar al club, uno queda envuelto de inmediato en puro brillo: por dentro, el Stüberl (pequeño salón) parece un iPhone recién salido de la caja: reluciente y sofisticado. También conviene tener buen sentido de la orientación, porque no es raro perderse entre los cien pasillos —o al menos uno tiene esa sensación— del Einser. Bares hay para dar y tomar –cada uno con su propia fiesta– y en todos siempre hay algún bartender conocido que te anima a mirar más a fondo el vaso… y la cartera.
Al entrar al club, uno queda envuelto de inmediato en puro brillo: por dentro, el Stüberl recuerda al iPhone 7 Jet Black por fuera – reluciente y elegante.
Otro de sus puntos fuertes es la amplia terraza, que en el legendario Sommerfest (festival de verano) despliega todo su arte de transformación y suma otras cinco barras al conjunto. Durante la Oktoberfest, el P1 se convierte en uno de los hotspots favoritos para el after-Wiesn – aquí nadie se corta por aparecer borracho y en traje tradicional. Lo que también hace especial a este club lleno de brillo es la presencia ocasional de famosos que se dejan caer por allí.
Del P1 se puede amar mucho y odiar aún más, pero para los años que tiene, el club se mantiene en pie con dignidad, sigue fiel a su estilo y celebra todo este tinglado con un encanto muy suyo. Y uno debería hacer lo mismo: dejarse llevar y disfrutar de esta fiesta bávara llena de brillo y desparpajo.
Prinzregentenstraße 1 | p1 Club
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Bebida: Gin Tonic
Entrada: desde 15 euros
Canción: Vergil – Reclaim Your City
¡Directos al sótano y nada de florituras! Desde 2005, Rote Sonne (Sol Rojo) ofrece un hogar en pleno centro de la ciudad a quienes no pueden parar de bailar. Este club de electrónica y techno es considerado el digno sucesor del Ultraschall, una institución del techno en los años 90. En su año de apertura y en dos ocasiones más, Rote Sonne fue elegido por las lectoras y lectores de la revista musical De:bug como uno de los mejores clubes de Europa.
A día de hoy, el local situado en el Maximiliansplatz sigue siendo un valor seguro para quienes priorizan la calidad de los DJ sets y las actuaciones por encima del lugar en sí – porque aquí no hay postureo: se trata de un sótano industrial sin florituras, un espacio laberíntico con paredes negras llenas de garabatos, dos barras y ese encanto underground que no necesita más.
Eso sí, la programación de quienes están al mando es todo lo contrario: colorida, variada y siempre sorprendente. Logran una y otra vez marcar nuevos estándares sin perder de vista sus raíces musicales: desde raves de techno que duran varios días hasta fiestas indie-tronic, teatro performativo o espectáculos de tambores japoneses, aquí parece que hay de todo – fieles al espíritu de una auténtica institución de la subcultura.
Un espacio laberíntico con paredes negras llenas de garabatos, dos barras, y ya tienes todo el encanto del underground.
El club, por cierto, debe su nombre a la película “Rote Sonne” de 1967, protagonizada por Uschi Obermeier, que vive en un piso compartido con varias mujeres y se lleva a su exnovio a casa al amanecer tras salir de un bar. Lo que él no sabe es que las amigas han hecho un pacto: eliminar a su amante de turno como mucho al quinto día. Por suerte, nadie corre ese riesgo al visitar el club Rote Sonne – pero lo de bailar hasta que salga el sol, eso sí que es obligatorio.
Maximiliansplatz 5 | Rote Sonne
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Bebida: Munich Mule
Entrada: 10 euros
Canción: Lil Louis – French Kiss
“The happiest bar in town” – así se autodefinen, y la verdad es que algo hay de cierto en ello. En el Charlie todo fluye. Desde el subidón más glorioso hasta el ligue asegurado. El portero, eso sí, encaja perfectamente con el cliché, y ningún otro club parece necesitar tantos llamados Silence Boys como este, para mantener la calma y no alterar demasiado el ánimo de los vecinos. Si uno se muestra amable y no va dando tumbos, la mirada fulminante del portero se suaviza y se le abre paso al alegre bullicio del interior.
Pasando el Oberdeckbar, donde te puedes tomar un chupito, se baja por las escaleras hasta el sótano, donde todo recuerda a aquellas dulces fiestas escolares. La iluminación, tan original como cabía esperar de quienes estuvieron detrás del Kong (antiguo club de Múnich), no defrauda: pura clase. Aquí la gente se encuentra sin pretensiones, aquí uno se convierte en habitual, aquí se celebra con alegría (y algunas copas).
A diferencia de los locales mencionados anteriormente, el Charlie no va de etiquetas. No hace falta ser nadie para pasárselo bien, y si alguien se las da de estrella, aquí apenas le dedican una sonrisa condescendiente. Al final, todos acaban pasando horas en la barra hasta bien entrada la madrugada, dejando hablar a su filósofo interior, subiendo al final de la noche las escaleras tambaleándose, pero felices.
“The happiest bar in town” – así se autodefinen, y la verdad es que algo hay de cierto en ello. En el Charlie todo fluye. Desde el subidón más glorioso hasta el ligue asegurado.
Eso sí, el equipo de sonido no es precisamente el mejor de la ciudad. Pero como la pista de baile parece pensada más bien como una parada entre las dos barras, tampoco importa demasiado. Se podría decir que uno va dando saltitos de copa en copa. También contribuye al ambiente familiar la elección de los DJs, que suelen ser locales. Sellos como Public Possessions y otros de la escena muniquesa marcan la programación del Charlie.
Schyrenstraße 8 | Charlie
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Bebida: Weinschorle (mezcla de vino con agua con gas)
Entrada: 10–15 euros
Canción: Louie Austen – Hoping (Herbert’s High Dub)
En el Viehhof vigila el Bahnwärter Thiel (personaje guardabarreras de una novela del escritor alemán Hauptmann), y ojalá siga siendo así por mucho tiempo. Porque este espacio no solo alberga un club hecho con contenedores, sino también múltiples formatos, y da cabida tanto a grandes eventos como a pequeños colectivos artísticos de la escena muniquesa. La combinación de teatro, conciertos, lecturas y noches de club abre el camino a nuevas formas de entender la cultura. La imaginación aquí no tiene límites.
En resumen, se podría decir que aquí asoma ese otro Múnich, el más “berlinesco”. Con amor por los detalles, un columpio y patatas fritas dentro del club, aquí se baila al ritmo de DJs de renombre.
Por ejemplo, cada miércoles se celebran los Schienen-Bus-Konzerte (conciertos en un vagón de tren), una oportunidad para que artistas aún desconocidos puedan darse a conocer ante un público más amplio. La entrada es gratuita. Desde los inicios del centro cultural, se emiten de forma puntual programas de radio desde el vagón de tren. Desde otoño de 2016 y todos los martes, los transmite la emisora libre online DUBLAB.
El Bahnwärter también acoge exposiciones de todo tipo, talleres, un cine en el andén y representaciones teatrales (desde espectáculos burlescos hasta funciones infantiles o de improvisación). Si se quiere, incluso se pueden celebrar aquí fiestas de cumpleaños infantiles. La peculiaridad del recinto, con elementos anticuados o montados de forma improvisada, da lugar a una mezcla genial entre país de las maravillas, circo y un toque de chatarra.
También la puesta en escena de las fiestas del club apuesta por lo artístico, lo teatral y lo sorprendente: se utilizan decorados, hay instalaciones que interactúan con el público y logran fascinarlo. Puede que, de pronto, la música se detenga y dé paso a una actuación de mimo.
En resumen, se podría decir que aquí asoma ese otro Múnich, el más “berlinesco”. Con amor por los detalles, un columpio y patatas fritas dentro del club, aquí se baila al ritmo de DJs de renombre. Solo hay un pequeño pero: el equipo de sonido deja que desear, porque suena demasiado bajo. Y que los visitantes masculinos tengan que prescindir de urinarios y conformarse con una bañera no deja de ser algo chocante.
Alter Viehhof / Tumblingerstraße 45 | Bahnwärter Thiel
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Bebida: Vodka con soda
Entrada: 15 euros
Canción: Celeda – Music Is The Answer (Dancin’ And Prancin’) (Danny Tenaglia’s Tourism Mix)
El Blitz es el miembro más joven de la saga de clubes de moda. En esencia, el nuevo Blitz Club apuesta por poner la música en el centro de todo. Para ello, no se escatimaron ni gastos ni esfuerzos a la hora de equipar el local con el mejor sistema de sonido posible. No solo la instalación Incubus de 4 puntos, diseñada a medida por Void Acoustics, garantiza una experiencia sonora espectacular, sino también la original arquitectura de espacio dentro del espacio, obra del estudio muniqués Studio Knack.
Entrar en el Blitz es iniciar un viaje de descubrimiento: uno se topa con pocos espacios, pero inesperados, y se confirma la sensación de que todo está pensado al detalle: la pista, construida como si fuera un estudio de grabación, transmite una sensación visual cálida y orgánica. Gracias al juego de materiales y colores –roble natural, acero negro mate y altavoces verde mate–, aquí uno no tiene la sensación de estar en un club oscuro y con olor a cerrado. A eso se suma una iluminación completamente analógica, compuesta en parte por focos rescatados de antiguos teatros. En claro contraste con eso está el Plus Floor, mucho más pequeño.
La gente que se reúne allí va en primer lugar por la música y hace lo que se espera en un club: bailar y arrimarse. En este sentido: LOVE IS THE MESSAGE, MUSIC IS THE ANSWER.
Aquí las paredes son negro azabache y están recubiertas con una extraña textura que recuerda a la arena rastrillada de un jardín zen. No es un adorno sin más, sino que contribuye además a lograr un sonido perfecto. Salvo una enorme caja de bajos en una esquina, una discreta cabina de DJ al lado y luces de neón de colores en el techo, aquí no hay nada más que descubrir. La zona más grande y alta está dedicada, curiosamente, al que probablemente sea el vestíbulo de baños más creativo de todo Múnich.
En la pista del Blitz rige, además, una estricta política de cero móviles. Se trata de volver a celebrar el encuentro real, el aquí y ahora y la música, sin esa necesidad constante de echar mano del móvil. La realidad por encima de lo virtual, así de claro. Pero esa es la única norma que hay que respetar.
La puerta está abierta para todo el mundo y, además, invita a un preámbulo gastronómico en el Blitz Restaurant, de inspiración sudamericana y con cocina vegano-vegetariana. Allí, por cierto, también ofrecen menú de mediodía, que se puede disfrutar en una terraza de lo más encantadora. La gente que se reúne allí va en primer lugar por la música y hace lo que se espera en un club: bailar y arrimarse. En este sentido: LOVE IS THE MESSAGE, MUSIC IS THE ANSWER.
Museumsinsel 1, via Ludwigsbrücke | Blitz Club
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Bebida: cerveza
Entrada: depende de cada evento
Canción: Mola – Vino Bianco
Lo primero es encontrarlo: el Muffatwerk, algo apartado, ocupa las instalaciones de una antigua central térmica de vapor. Quien gira desde el puente Ludwigsbrücke hacia la pequeña y adoquinada Zellstraße y sigue el murmullo del Auer Mühlbach, llega hasta esta institución cultural que lleva en pie desde 1993.
Los polos opuestos se atraen, y en el Muffatwerk se complementan de forma única. En el Ampere, el espacio de eventos más pequeño, merece la pena mirar al techo: aún se conservan las antiguas vigas de madera del que fue el “Brunn-Haus”. Ese aire acogedor se ve interrumpido por instalaciones de arte lumínico y conductos de ventilación a la vista, dejando claro ya desde la arquitectura que: el Muffatwerk es puro mestizaje. En el Ampere no solo hay sesiones de DJ, también se celebran conciertos con aire de salón y lecturas íntimas.
Quien sienta que le aprieta el gentío frente al escenario o necesite un respiro tras horas cantando, puede subir con un trago recién servido desde la barra a la galería y observar el bullicio desde arriba. Porque en el Ampere, casi todo es posible: charlas tranquilas junto al futbolín de la esquina, bailes frenéticos o simplemente el placer de observar a la gente.
Pocos espacios logran mostrarse con tanta naturalidad y, aun así, tener algo para todos los gustos.
En la zona más grande del recinto, la Muffathalle, hay más de 640 m² para bailar, celebrar o simplemente dejarse llevar por la música. Además de conciertos de artistas locales e internacionales como Uriah Heep, Biffy Clyro, Granada o Herbie Hancock, también se celebran veladas mágicas de palabra hablada, donde el público escucha con tanto respeto, que procura no dejar caer ni una aguja. Un punto de encuentro habitual para escenas muy diversas, “desde la cultura juvenil hasta la vanguardia”, como dicen sus propios responsables – y eso aquí se percibe especialmente, porque pocos espacios logran tener un aire tan desenfadado y, al mismo tiempo, ofrecer algo para todos los gustos.
Quien en los meses calurosos del año no tenga prisa por entrar, puede terminar el día en el biergarten anexo con una Maß (jarra de litro) de cerveza en la mano. La oferta gastronómica de este rincón verde cuenta con certificación ecológica y es el punto de partida perfecto para arrancar la noche: aquí los pies ya pueden empezar a marcar el ritmo bajo la mesa del biergarten.
Zellstraße 4 | Muffatwerk
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